Sepultación de los Héroes.
Comentan las crónicas de la época que después que el Comandante Grau envió a tierra a los muertos en acción y a los que se habían salvado del Combate en calidad de prisioneros, fueron al atardecer de ese 21 de Mayo puestos sobre tablas los cuerpos de Prat y de Serrano, en el lugar donde está la Aduana, donde quedaron abandonados a la avidez pública.
Hasta las 9 de la noche permanecieron arrojados en el suelo, sin que siquiera una bandera o cualquier trapo viejo los cubriera, expuestos a las miradas llenas de odio de la repugnante plebe de negros, indios, zambos, mestizos y mulatos. Que se componían en ese entonces la población de Iquique.
A la hora señalada recién el Prefecto mandó recoger los cadáveres, que fueron puestos arriba de un carro de carga del ferrocarril, donde pasaron la noche, hasta que a las 10 de la mañana del día 22 de Mayo, fueron conducidos al hospital por don Eduardo Llanos, que tomó para sí el alto honor de sepultar a quienes permanecían arrojados e ignorados, sin recibir los honores que se merecían por el valor demostrado y sobre el que no redundaremos, por cuanto es tanto lo que se puede decir, de su honor, patriotismo y todos los adjetivos que estos héroes se merecían y merecen, que continuaremos la relación.
Junto a otro compatriota español, el señor Benigno Posadas, Presidente de la Beneficencia, convinieron en solicitar permiso para sepultar los venerables cadáveres.
Textualmente se lee en crónicas que describen los acontecimientos:
“Era el 22 de Mayo de 1879 y alrededor de las 5 de la tarde, una inmensa multitud que hacía procesión, precedida de una banda de músicos, tocaban marchas fúnebres, dirigiéndose al camposanto. Oficiales de marina, multitud de vecinos, y un gran número de marineros, componían aquella espléndida comitiva”
Esto era el acompañamiento mortuorio de un teniente de la fragata “Independencia” a quien se le tributaba honores de ordenanza.
Media hora después salían del hospital los féretros de Prat y Serrano. Un carretón, perteneciente a un ciudadano argentino, se acercó para recibirlos y al instante se puso en marcha el cortejo, por distinto camino del que había seguido el acompañamiento del teniente peruano.
Don Eduardo Llanos, don Benigno Posadas, ciudadanos españoles, más otro compatriota de ellos, don Juan Fair ex cónsul inglés, don Edmundo Wallis, gilbraltereño casado con chilena, y el señor Layout, caballero francés, formaban el séquito fúnebre.
El carretón entró en el cementerio por la puerta trasera y siguió hasta el sitio donde habían sido abiertas dos fosas, permaneciendo los acompañantes a unos veinte metros de distancia, a pie de una gran cruz que entonces ocupaba el centro.
Al llegar a las fosas abiertas, el carretonero preguntó: ¿quién me ayuda a bajar los cajones? Contestó don Edmundo Wallis, único acompañante que había llegado hasta la sepultura: - Yo, qué para eso he venido – y entre ambos bajaron los ataúdes del carro y lo colocaron al lado de una de las fosas.
En ese momento se acercó el señor Posadas y tras él, un pequeño cholo, que hizo esta pregunta: ¿Cuál es el cajón del Comandante Prat? Este contestó el señor Posadas, señalándoselo y el muchacho se retiró al momento yendo a reunirse con un grupo numeroso que se divisaba a distancia, compuesto de marinos de la “Independencia” y de cholos del acompañamiento del teniente del mismo barco peruano. El muchacho conferenció con los del grupo y a los pocos instantes se acercaron todos a los ataúdes, prorrumpiendo en gritos insultantes, como ser: “esos pícaros no merecían un buen entierro”, dijo no, “Esos bandidos tienen mejores cajones que el de mi teniente”, agregó otro. Así, cada uno de esos zambos y mulatos escarnecía las venerables reliquias de aquellos ínclitos varones.
Entre tanto el señor Wallis y el carretonero bajaban a la fosa el ataúd de Serrano, cubriéndolo de tierra el señor Wallis con sus propias manos, por no haber allí pala ni azada.
A distancia de ocho a diez metros estaba la otra fosa y a ella llevaron el ataúd de Prat, arrojándole también tierra el generoso gibraltareño, con ojos arrasados en noble llanto y en medio de la rechifla de los peruanos que no cesaban de insultarlos.
Ya en esos momentos los acompañantes se habían retirado del cementerio, tal vez temerosos de una agresión de parte de la muchedumbre, lo que visto por los dos improvisados sepultureros, que también estaban temerosos de ser agredidos por aquella turbamulta y con mayor razón al verse abandonados de sus compañeros, se retiraron sin terminar de cubrir las fosas.
A los pocos días, cuando ya todo estaba tranquilo, el señor Llanos, cuyas órdenes no habían sido puntualmente ejecutadas, hizo cabar otra fosa cerca de la de Serrano y trasladó allá el ataúd de Prat, para que ambos héroes estuvieran juntos, mandando colocar sobre ellas dos grandes cruces con un lacónico epitafio.
Tales fueron los funerales de estos héroes cuya hazaña llenó la historia épica de Chile y que causaron asombro al mundo entero.
Don Adolfo Gariazzo, que tuvo la oportunidad de presenciar el desembarco de los cadáveres de Prat y Serrano, narra:
“Atracaron varias embarcaciones al muelle de la Aduana de Iquique; en ellas, no se en cuál, pero que sí fue en una del “Huascar”, vinieron los cadáveres de Praty Serrano y el moribundo Aldea. Los pusieron en un carrito que tiene dicho muelle y empujándolos los dejaron en el mismo carro frente a la puerta de la Aduana”
Un amigo de uno de los soldados de policía que pusieron de guardia, descubrió la cabeza de Prat, que estaba tapada con un pañuelo blanco y vi entonces que le faltaba toda la parte de la cara desde las cejas a la boca y de la cabeza hasta la nuca”
Prat tenía la barba algo rubia y vestía un traje azul marino, Serrano era más grueso y aún me parece que más chico”
La Sepultación de los Héroes de Iquique.
(Fragmento de la carta de don Eduardo Llanos al Comandante don Luis Uribe Orrego, en la que da cuenta de los funerales de Arturo Prat Chacón y de Ignacio Serrano en Iquique)
Señor.
Don Luís Uribe Orrego
(En el cuartel de la compañía Salvadora)
Muy señor mío:
Para satisfacer a Ud. y demás compañeros, haré a Uds., una relación lo más sumaria posible sobre la manera en que fueron sepultados en el cementerio de este puerto los cadáveres del Comandante Don Arturo Prat y Teniente Segundo Don Ignacio Serrano, ambos de la Corbeta de guerra chilena “Esmeralda”
El día 21 en la noche encontré frente al Teatro a los señores Juan Berna y Castro, Alcalde municipal y Benito Neto, corresponsal de la “Patria” de Lima. Me dijo el primero de éstos que el señor Prefecto le había encargado diese sepultura a los cadáveres de la “Esmeralda” que acababa de desembarcar el “Huascar”, llegado poco antes del S (sur).
Ofrecí al señor Bernal correr con las diligencias del enterramiento, y al efecto fui el 22 temprano, al hospital para saber cuantos eran los cadáveres y sus categorías.
El ecónomo de aquel establecimiento, don José Manuel Eyzaguirre me informó que no había recibido ninguna instrucción sobre el modo de dar sepultura a los tres cadáveres de la “Esmeralda”. Diciéndole yo entonces que me iba a ocupar de eso, le pedí que nada hiciese mientras no recibiese aviso mio, pues iba a hablar con el señor inspector del hospital, don Carlos Richardson. En efecto, ví a este señor y le encontré perfectamente dispuesto para acceder a mi solicitud, dándome una orden para que el señor Eyzaguirre pusiera a mi disposición los cadáveres mencionados.
Acompañando esta orden escribí una carta al señor ecónomo diciéndole que remitiese desde luego al cementerio el cadáver del marinero, y que respecto a los dos oficiales iba yo a correr las papeletas de costumbre para los que van en sepultura pagada, mandando hacer al mismo tiempo los cajones respectivos.
Facilitados por Uds. Los informes e impuestos del deseo de Uds. De conservar la ropa exterior de sus compañeros Prat y Serrano, nos dirigimos al hospital el señor Velarde, el señor Posada y yo. De vuelta de aquel establecimiento, fui con el señor Posada a dar cuenta al señor Prefecto de los pasos que habíamos dado y aprobó nuestro proceder.
Después hice correr las papeletas de defunción que llevan los Nª 504 y 505 del folio 505 del Registro civil, tomando nota el señor inspector del cementerio y el señor cura párroco.
A las 4.30 de la tarde volví con el señor Posada al hospital y a las 5;30 llegaron los encargados de hacer los cajones, y con ello el auxilio de tres mozos que me facilitó el señor Eyzaguirre se pusieron dentro los cadáveres, envueltos en una sábana cada uno. De allí me dirigí, siempre con el mismo señor Posada, al cementerio, en cuyo punto encontramos al señor Juan Navin, quien invitado en la tarde por mí para esta ceremonia, se presentó gustoso, a pesar de su delicada salud.
Así, cumplimos nuestro cometido, regresando al pueblo ya de noche.
Me es grato ofrecerme a Uds. A.S.S.
Eduardo Llanos
Carta de Sotomayor a Eduardo Llanos
La histórica carta de Sotomayor al español Eduardo Llanos
(En la bomba España se conserva una copia de la carta que el Ministro de la Guerra en Campaña, don Rafael Sotomayor, dirigió a don Eduardo Llanos, caballero español, que al amparo de la noche dio cristiana sepultura a los restos de Prat y Serrano. El lugar en que quedaron enterrados los cuerpos de los héroes fue marcado con una humilde cruz.
El texto de la carta, que expresa la gratitud de un hombre que en ese momento escribía en nombre de la patria dice:
Señor.
Don Eduardo Llanos
Tiene conocimiento el infrascrito por numerosas relaciones privadas y fidedignas, de que los restos mortales de las principales victimas del memorable combate del 21 de Mayo de 1879, recibieron sepultura honrada en el cementerio de esta ciudad, merced de los esfuerzos de UD. que los puso al amparo de la Sociedad Española de Beneficencia.
Honrando la memoria de nuestros héroes y conservando sus preciosos restos para devolverlos al cariño y veneración de sus conciudadanos, Ud. señor hizo una obra nobilísima de caridad y empeñó profundamente la gratitud de todos los chilenos.
Tenemos justo motivo para enorgullecernos de la incomparable hazaña de Arturo Prat y sus heroicos subalternos, y día llegará en que les pagaremos con glorias la deuda de nuestra gratitud. Pero nunca olvidaremos que si ello va a sernos fácil, que si los restos de Prat y Serrano no cayeron en la fosa común, se debe principalmente a Ud., que lo recogió y les dio una sepultura.
En el día de la glorificación de nuestros bravos marinos, los chilenos todos tendrán presente el nombre de Ud. perpetuamente asociados al de aquellos. Entre tanto, cábeme el honor de significar a Ud., en nombre del Gobierno y pueblo de Chile, que le somos deudor de un servicio eminente, que no consideramos suficientemente pagado con nuestra más viva gratitud.
Con este motivo, tengo el gusto de ofrecer a Ud. el testimonio de especial consideración con que me suscribo de Ud.
Atento y Seguro Servidor.
Rafael Sotomayor
Ministro de Guerra en Campaña
|